![]() |
Odaly Canaviri |
Cada vez que oigo hablar de la “generación de cristal” se me escapa una sonrisa. En su tono de voz percibo cierta pena.
Hace ya tiempo que
todos nos hemos familiarizado con el término. La generación de
cristal. Bajo esta etiqueta han sido englobadas dos
generaciones: los millennials y los centennials (también
llamada generación
Z). La metáfora es bastante clara y atribuye una supuesta
fragilidad en los jóvenes nacidos entre tecnología del siglo XXI.
Al parecer, somos una generación incapaz de tolerar
el sufrimiento. Hemos crecido con la tecnología,
“lo que ha hecho que no levantemos la vista del móvil y veamos la vida a través
de un filtro de Instagram“, según un artículo publicado en El País. Tardamos
más en independizarnos y vivimos pensando que lo merecemos todo.
Se nos
acusa a “La generación de cristal” por “delicados” (hipersensibles) que en
buena metáfora es que se “rompen” al menor contacto con la adversidad. Ésa es
la clave de su peculiaridad, dicen que estamos preparados al éxito, al triunfo,
a la fortuna, pero si algo sale mal, si tropezamos con un imponderable que
arruina la meta o nuestro objetivo o somos criticados por quienes no se ubican
en esa situación, se desata en nosotros una intolerancia desproporcionada a sus
detractores que puede culminar en ira, violencia física y verbal o, ante
situaciones de máxima presión, en una peligrosa propensión al suicidio.
Se nos
generaliza como muchachos que a pesar de su buena instrucción escolar y de
haber vivido, a su corta edad, magníficas oportunidades sociales y culturales
en anticipo de grandes expectativas profesionales, son de salud emocional
quebradiza. Así lo señalan los estudios que miden patrones de comportamiento y
señas de identidad societaria.
No estoy convencida en
afirmar que exista una “generación de cristal” en el plano en el que se les ha
encasillado, ya que generalizar a todos de la misma manera seria un gran error.
Mi conclusión es que hay tantos tipos de jóvenes como jóvenes existen. Y
meterlos a todos en el mismo saco es tirar por la borda una riqueza extraordinaria y un potencial alucinante.
Por eso sonrío cuando oigo hablar de la supuesta
“generación de cristal”. Supongo que se referirán a que somos una generación
tan valiosa como
esa copa de cristal en la que el vino, que mejora con los años, siempre sabe
mejor.
Comentarios
Publicar un comentario