Una
mañana soleada pero bulliciosa por el tráfico vehicular característico de la
zona central de Cochabamba, en la calle Baptista entre Mayor Rocha y México. Un
hombre de la tercera edad de aproximadamente unos 65 años, con un pantalón
caqui sucio, una polera manga larga agujera por todo lado, un chaleco color
naranja claro pero lleno de manchas y un sombrero desgastado color beige; cabizbajo
con una de sus manos encogida y sucia sostenía una bolsa negra tal cual como
las de basura y en la otra un palo de madera como los de escoba, caminaba rumbo
hacia el contenedor de dicha calle.
Se
acercó lentamente al mar de desechos que se observaba tanto dentro del basurero
como alrededor de este en toda la acera, el hombre empezó a buscar botellas de plástico
para luego poder venderlas, encontró media docena y las metió en su bolsa. Continuó
caminando hacia un segundo contenedor que se encontraba en la misma calle pero
en otra cuadra (Baptista entre Mayor Rocha y Ecuador), este ya parecía el
botadero de K'ara K'ara por la pila de residuos y el mal olor que desprendía. Con
mucha calma y ya cierta costumbre se metió en medio de todos los desperdicios tirados
en la acera y buscó entre ellos todos los plásticos, mientras los levantaba a
la par ayudaba a acomodar el desastre que había en ese lugar en el que pudo
obtener unas cinco botellas, lo cual es poco para llegar al kilo de botellas que
se necesita para venderlas.
Prosiguió
su búsqueda de tesoros de plástico para poder ganarse unas monedas en el día, de
pronto un grupo de cuatro jóvenes pasó en un auto Suzuki color plomo, estos se
detuvieron en seco hacia el basurero y viendo la montaña de basura decidieron
tirar por la ventana una bolsa blanca que tenían, además se encontraba mal
amarrada ya que al lanzarla esta se abrió y el contenido terminó saliendo por
todas partes. El señor al apreciar este acto levantó sus cejas y luego movió su
cabeza en forma de negación y decepción, terminó de levantar dos botellas que
quedaban ahí y siguió caminando.
Hecho
que me recuerda a otra tarde que pasaba por la plazuela San Sebastián que décadas
atrás se caracterizaba por su arquitectura colonial y turística debido a que
fue donde se realizó el primer cabildo en la época de la independencia. Esa vez
se apreciaba un lugar bullicioso, con una combinación de olores poco agradables
y a la vez algo peligroso por los presos que se encuentran en la cárcel de su
alrededor así como los cleferos y los constantes robos que se escuchan en dicho
sitio; en plena esquina había un basurero color naranja y cerca a este se
encontraban tres señoras sentadas aplastando botellas que habían recolectado. Una
de ellas cabizbaja suspiraba cada que agarraba una botella, una lágrima
recorría su rostro tal como una gota en un día lluvioso y de forma muy lenta
seguía realizando su trabajo.
Faustina
Condori de 52 años de edad, todos los días se levanta cuando el gallo empieza a
cantar y el sol apenas se aprecia en la ciudad, desde Quillacollo empieza su
travesía de caminar trece kilómetros en más de dos horas para llegar al centro
de la ciudad y su búsqueda de botellas de plástico empezar. Sentada en la
esquina de la plazuela en la que tenía a su alrededor tres talegos, dos
amarillos y uno verde, los cuales contenían varias botellas que estaban siendo
aplastadas por ella misma.
Mientras
realizaba dicha acción, levantó la cabeza y me dijo:
—¿Tú
tienes más botellas para reciclar? Es que este trabajo es bastante agotador,
suspiró, hay veces en las que los jóvenes como tú y señores que pasan para
botar su basura no nos respetan, me han llegado a tirar bolsas mal amarradas,
una vez me tiraron un pañal sucio que cayó en mi brazo y con lágrimas en los
ojos siguió contando cómo es su trabajo.
Faustina
se sacó su sombrero blanco con varias manchas plomas y mientras lo sostenía en una
de sus manos me dijo:
—Por
kilo de botellas de plástico me pagan 80 centavos y al día recolecto entre ocho
a diez talegos que contienen un kilo cada uno, gano entre seis y ocho
bolivianos por día depende de cuanto logre encontrar.
En
centros de acopio de plásticos, como uno que se encuentra ubicado en la avenida
Virgen de la Candelaria cerca al aeropuerto, por kilo de botellas pagan 80
centavos a un boliviano y estos lo venden a 2,60 Bs, como por la recolección de
plástico duro pagan 30 bolivianos por tonelada y una vez procesado y
distribuido por ellos venden hasta en 120 Bs a las empresas.
Al
final de ambos días tanto el señor como la señora siguieron con su trabajo de
recolectar botellas de plástico y pero me quedé pensando ¿Cuál es el valor de
una botella para la vida de algunos?
Luciana Ayaviri Maldonado
Estudiante de Comunicación y Medios Digitales
Comentarios
Publicar un comentario