EL RITUAL DEL DESAYUNO

 


Es inicio de semana, los rayos de sol comienzan a pintar las calles y el movimiento de la ciudad ya se siente en Cochabamba. La plaza 14 de septiembre, que corresponde a la tipología de plaza mayor o plaza de armas, con espacios y edificaciones coloniales alrededor es la pasarela de muchos trabajadores que pasan muy formales y con la ropa planchada en dirección a sus fuentes laborales.

Con la cámara en mano y después de hacer tomas del amanecer en algunas calles aledañas en la ciudad, tomo asiento en la jardinera de la plaza para descansar un momento antes de seguir con la sesión. Siento un dolor leve en el estómago, un dolor de hambre. Pienso en el sándwich de palta que preparé a las 4:30 am y en días como éste; que salgo muy apurada de casa y sin desayunar. Algo no tan saludable para algunos de nosotros que vivimos inmersos en rutinas un tanto aceleradas.

En la acera sur, donde se asienta la Catedral Metropolitana de San Sebastián se encuentra José, un indigente, que por la cabeza y barba nevada se puede notar su avanzada edad. Él también comienza su día, está sentado, tiene los pies descalzos, los pantalones sucios y desgastados los bota pies. Comienza a recoger las mantas con las que durmió la noche anterior y acomoda los cartones que utiliza como colchón en el suelo. En la acera lateral de esta catedral se encuentran al menos cinco personas en situación de calle que pasan las noches debajo del alero norte, todos descalzos, con pantalones sucios y desgastados los bota pies. En el municipio de Cochabamba un 2,9% de los habitantes corresponde a la población indigente.

Atravesando la plaza, en frente de la catedral y frente a José, camina una joven funcionaria de la alcaldía, llevaba en el antebrazo un chaleco azul con letras que corresponden a la misma línea gráfica que maneja la alcaldía y con el slogan “Cocha Somos Progreso”. En la otra mano lleva el desayuno: una bolsa de bollería y un botellón con la tapa abierta de algo que aparentemente es café caliente. Mientras camina con paso acelerado, se cae el chaleco que cuelga en el antebrazo de manera incómoda. Intenta evitar que esto y en ese accionar derrama un poco de café en el suelo. El escenario se le complica en unos minutos hasta que vuelve a retomar su camino.

Sigo sentada en las jardineras de la plaza en frente de José, reviso las fotografías que me faltan y sigo pensando en el sándwich de palta que sigue aguardando por mí en la mochila. En ese ínterin, José, sentado en el mismo lugar, levanta un bulto de ropa, lo que parece ser una chompa, lo desenreda y saca una bolsa negra. Abre la bolsa negra y del interior saca un trapo blanco, una botella desgastada con un líquido transparente al interior, lo que parece ser agua y finalmente una bolsa transparente con algo amarillo en el interior que no consigo identificar que es. Acomoda la chompa de dónde sacó todo esto, deja la botella a su lado sobre el piso, sacude sus piernas para poner el trapo blanco encima de los muslos,  levanta la bolsa misteriosa y finalmente la pone encima del trapo blanco.

José estaba desayunando y aquello que llevaba en la bolsa eran unas deliciosas humintas. La humita, proviene del quechua humint'a. Es un platillo elaborado a base de maíz y se consume en Chile, Perú, Argentina,​ Bolivia, Ecuador y el sur de Colombia. Consiste básicamente en una pasta o masa de maíz acompañada de queso, que puede ir envuelta y finalmente cocida o tostada en las propias hojas de una mazorca de choclo. Es considerado un alimento ancestral, por sus características originarias al momento de prepararla, su alto valor nutritivo y la herencia cultural prehispánica.

José, haciendo honores a este platillo ancestral, preparó un ritual de veinte minutos para poder disfrutar de esas deliciosas humintas que se encontraban en esa bolsa misteriosa, me causó ternura y a la vez muchas inquietudes.

  ¿Cómo habrán llegado esas humintas ahí?

— ¿Alguna persona noble habrá hecho ese gesto de regarle el desayuno a José?

— Que buen ritual que hizo José para comenzar su día.

Porque realmente es eso, un ritual. El desayuno es el primer alimento que ingerimos para comenzar nuestro día y nuestra vida. Y es verdad que no todos pueden acceder a ello. Personas como José y todos los que se encuentran al borde de la catedral a diario, desayunan cuando pueden. Y cuando lo hacen, no lo hacen a la ligera o a la rápida, lo disfrutan, se toman su tiempo y más que todo, agradecen el poder tener ese alimento.

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