Participes del caos


   

Era las 2:17 p.m., la temperatura de ese día se asemejaba al clima de chapare ya que el calor era denso, como si el sol desprendiera una ola de alegría, al punto de ser un factor importante en el ambiente del mercado que se ubica en la calle Punata y Esteban Arce.

La atmosfera en la que nos envolvíamos todos era sorprendente, con un olor agrio y ácido pero con ciertos matices frescos que podría ser la fruta que estaba en proceso de descomposición ubicada en aquel cumulo de basura que se asemejaba a una montaña, aquel contenedor de basura de color naranja, propiedad de la alcaldía con demasiados grafitis en el que el más sobresaliente dice “paco vio#@*or” ya no podía seguir cumpliendo su función, por los conflictos que vive el departamento de Cochabamba a manos los sindicatos agrarios, que tienen problemas de reconocimiento, respeto y reubicación, repitiéndose los acontecimientos vividos aquel 23 de septiembre del 2022, es la misma historia repitiéndose dos veces; las calles inundadas de basura y vecinos ubicados en el distrito 15 bloqueando las entradas del botadero, esperando una respuesta favorable por parte del gobierno, tal vez porque la única solución viable que encontraron en ambas situaciones es bloquear las entradas de Kara Kara, quizás por ser la cuna de la solución.

El lugar estaba envuelto en una composición surrealista, en el que el cielo no tenía nubes y el calor y la basura dejaban en claro que no son una muy buena mezcla. En ese cumulo de desperdicios se podía apreciar muchas bolsas que incluían los desechos del mercado, estas bolsas eran de diferentes colores predominando más la antigua y clásica bolsa de color negro junto con cajones de cartón y de madera, como también se veían verduras y frutas, pero las verduras eran las que más estaban tiradas por todas partes, dando la imagen de una extraña ensalada compuesta de verduras, frutas, bolsas de basura y cartones, con un contenedor naranja casi en el centro.

Esa montaña generaba el desagrado en las calles, los comerciantes miraban con desdén el problema, con una expresión de descontento, pero a la vez de resignación, quejándose del problema, pero a la vez siendo partícipe de esta, por más que el desagrado se encontrara en sus miradas, su mano y sus acciones lo contrastaban, quizás por la forma indiferente en la que estos eran participes del caos; quizás porque una señora de por lo menos 35 o 40 años de edad, de tez morena y con unas trenzas que le llegaban a la cintura, acompañada de un sombrero con un cintillo morado, un mandil con una historia por detrás y una pollera de color verde opaco, se dirigía a esa montaña con su bolsa de color mostaza con sus cascaras de piña, cuando lo intento lanzar con mucha energía está casi se dirigió al centro del contenedor, pero solo se cayó en ese montón de basura que ya existía; y ese mandil que portaba mostraba una mañana de duro trabajo, porque la suciedad estaba presente en toda la prenda, albergando múltiples manchas de diferentes tamaños, reflejando el estrés de aquella mañana, ella como otros comerciantes seguían aumentando la inmensidad del caos, era algo paradójico.

Por parte de los chóferes la discusión y el disgusto estaba en la organización de como poder transitar por un lugar tan estrecho, porque la montaña de basura, los comerciantes y las personas, ocupaban una muy buena parte de la calle y los conductores por el calor de la tarde y el insistente ruido de las bocinas que mostraban la desesperación de los chóferes, conducía a que estos discutan entre sí, pero un chofer que manejaba un minibús con muy pocas palabras querían dejar en claro a otro conductor que su descontento era la basura y no el infortunio momento en el que estos se cruzaron, así que el chofer exclamo:

­— Una trancadera jod@# no?

— Si.

—Cundo arreglaran la situación cheeee!, pero pasa nomás no pasa nada, antes que el de atrás se enoje jajajaja

— Si si y ojalá y se arregle esta situación, nos vemos.

Ambos compañeros del mismo rubro se despidieron y decidieron continuar adentrándose en esa realidad caótica que les esperaba con paciencia, pero ese momento de calidez fue la belleza que el caos en ciertas ocasiones nos permite ver, ya que otros conductores dejándose llevar por la situación iniciaban una discusión que progresivamente iba aumentando el tráfico de ese lugar.

Aquel sitio parecía ser algo surrealista, ya que el descomunal olor y el insistente ruido generaba una mezcla sorprendente, porque era como ver el caos en su plenitud, era como ver el alma de una sociedad que reflejaba un poco la naturaleza del ser humano. Algunas personas se veían preocupadas, otras indiferentes, algunos se limitaban a lanzar una carcajada por lo extraño de la situación mientras que otros solo se enojaban por aquella montaña de basura.

- Daniel Ali Arnez 

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